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El pasado 19 de marzo, solemnidad de San José, falleció en Pozuelo de Alarcón (Madrid) Engracia Menéndez Fernández, oblata de honor. Tras 95 años de vida en los que Engracia vivió un intenso amor a su familia natural y a su familia espiritual, las Misioneras Oblatas, partió al encuentro definitivo con Dios.
El padre de Engracia y el P. Vicente BLANCO iniciaron un vínculo de amistad y lazos familiares que ha perdurado hasta nuestros días. Los oblatos de la comunidad visitaban a la familia de vez en cuando y la familia venía a menudo al escolasticado.
Engracia tenía 13 años y era alumna del Colegio de San José de Cluny, en Pozuelo de Alarcón, donde los Oblatos eran capellanes. Fue compañera de colegio de Teresa Castán Giral, hija de Cándido Castán, que sería martirizada junto a 7 Oblatas en la Casa de Campo, en la madrugada del 24 de julio de 1936.
El padre de Engracia fue llevado dos veces preso a la Cárcel del Pueblo en la casa de las Oblatas. Ella fue allí a visitar a su padre, pero no le permitieron entrar en la casa y tuvo que limitarse a verlo a través de una ventana. Sin embargo, pudo ver claramente cómo los militantes estaban en el patio a la entrada de la casa quemando libros, sotanas y objetos religiosos sacados de la casa.
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El envío de flores a Pozuelo de Alarcón es siempre un gesto apreciado, un regalo que habla al corazón de la persona que lo recibe, según el tipo de flores elegidas y lo que significan. Es un bonito juego de interpretar el mensaje de cada flor y ‘leer’ los sentimientos de quienes las han donado.
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De hecho, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), hay una brecha de renta per cápita más profunda que el Tajo de Ronda entre el barrio madrileño de moda de Pozuelo de Alarcón y la popular localidad turística de Torrevieja en la Costa Blanca.
La pobreza no es extraña en ninguna ciudad, pero ésta era la elegante Pozuelo de Alarcón, el barrio madrileño que ha sido nombrado la zona más rica de toda España. El último lugar en el que esperaba encontrarme con una flagrante falta de vivienda desde el principio.
Tras el boom urbanístico de los años 70, la única prueba que queda del pueblo original es el Camino de las Huertas, una carretera que lleva el nombre de los huertos que antaño florecían con fruta madura, y que ahora traza una ruta bordeada de vastas urbanizaciones de hormigón.
Las casas, revestidas de ladrillo blanco y negro, parecían nuevas y bien cuidadas, pero carecían de cualquier signo de lujo manifiesto, y mucho menos de habitantes. Aunque nadie en su sano juicio pasaría por este barrio de colinas a la hora de comer en verano, cuando el sol es más abrasador.
La conserje se mostró ansiosa cuando me acerqué (mis zapatos eran un poco informales para un hotel de cuatro estrellas con vestíbulo de mármol), pero se relajó cuando le pregunté por el turismo en Pozuelo, una pregunta que le pareció ridícula.